jueves, 26 de febrero de 2009

Recuerdos bienvenidos


La primera vez que pisé la arena, la primera que me mareé al mirar el oleaje en la orilla (nunca encontré a nadie que le haya pasado esto), la mañana de la gran caminata en la bajamar de una marea extraordinaria, otra mañana en que escribí mi nombre con letras gigantes sobre la arena virgen para avisar a mis amigos que había llegado, la primera vez que traje a mi hijo, sus miedos, su manito apretada que no puede soltarse ni adentrarse a la inmensidad azul; una búsqueda de cangrejos con él, la primera vez que ví la luna llena increíblemente gorda saliendo del horizonte elevándose diosa total, los ojos grandes de todos, redondos como ella encendidos de su naranja fuego; la primera vez que pasé un año nuevo, la fiesta, los fuegos artificiales; la risa que me provocaron los numerosos encuentros casuales con mi amiga de lejos tan sorpresivos tan sin querer y sin entender y sin programar, el asadito de bienvenida que nos prepararon estos mismos amigos (esta vez, encuentro proyectado para no tentar al destino de los caminos que se unen), la primera vez que te extrañé acá, hermano, y te despedí a mi manera para decirte simplemente hasta pronto, hasta el próximo viaje; y el siempre bienvenido recuerdo de la sombrilla voladora que a esta altura más parece un mito que un salto a la memoria.