domingo, 22 de agosto de 2010

Aromo de mil amores



Cuando llegamos a la casa ya estaba y allí decidimos hacerle a Rodri una casa árbol. Hoy ya tiene el ancho del terreno, unos 17 metros y dejamos que el estilo sauvage de su melena llegue al suelo. Y su cresta casi toque el cielo , azul, que sólo conozco aquí en la Patagonia. Todo se aprecia en la foto menos el zumbido de miles de abejas que se revuelcan en los racimos de flores. Tampoco se vé el aroma dulzón que se siente desde lejos, allá en la esquina de la cuadra cuando uno va caminando justo allí donde te ladran los boxers. Es ésta una invitación virtual a sentir la algarabía, el color, la belleza, la fragancia, el estallido, el asombro y la admiración. Este es un invierno lleno de luz. El tiempo pasa sin la medición de la señorita de matemática que pretende dividir 4032 horas 280 minutos 546 segundos divido 3090 horas 456 minutos 600 segundos porque sí, sin ningún sentido real. La única realidad es que cuando el tiempo pasa cuesta mucho recordar cómo era antes, cómo era el nacimiento, cómo era el principio, por eso uno tiene la buena costumbre de retratar las cosas, y luego verlas y disparar el recuerdo.