sábado, 6 de febrero de 2010

La playa es libre

La playa me da esa sensación de libertad pocas veces sentida, tal vez comparable a la libertad que dan otras inmensidades. Pero parece que no es un sentimiento propio, es una libertad sentida por todos, si no, no se comprendería la fantástica desfachatez de la incompostura que se desparrama en la playa, todos casi en bolas luciendo lo que tienen deslucido. No sé quién es el culpable, si la aridez de la arena, la sequedad del viento, el ardor del sol o la violencia del agua, o acaso, la conjunción de todos, los que provocan esta libertad incondicional. Lo que sí sé es lo mucho que tiene de primitivo y de absolutamente sensual. Escuché a Rodri diciendo – Quién fue el alucinado que inventó el mar? Capaz que alguien que no quería dejar de arder, que pensó en el desvarío de hacer erizar la piel, de tocar, de despeinar, de sacudir para hacer perder el equilibrio y tambalear, que quiso aventurarse en amores incontrolados y en sueños siempre dispuestos. Vuelvo a pensar en la libertad desmedida de este pensamiento descalzo y con huella y con risa loca.