Anécdota con "La Cucaracha" - Mi libro de Javier preferido
La tía gorda estaba por llegar en avión a visitarnos. Era muy viejita para entonces. Mi hermano, mi futura cuñada y yo la fuimos a recibir al aeropuerto y allí nos enteramos de que el avión aún no había podido despegar de Bs.As. merced a una tormenta, así que nos fuimos a una confitería del centro a tomar algo para que la espera sea más amena. Yo llevaba el libro de Javier “La Cucaracha” en el auto porque lo había empezado a leer y no lo había podido “soltar”. Como se nos venía una espera larga les propuse seguir leyendo el libro entre los tres, es decir en voz alta mientras tomábamos la leche. No olvidaré más esa tarde, fue larga y placentera. Los cuentos eran apasionantes y hacíamos una charlita entre uno y otro. Terminamos el libro y ya casi de noche volvimos a buscarla. Bajaron todos del avión menos ella. Era la época en que te dejaban esperar o despedir a los pasajeros en la pista de aterrizaje, allí estábamos los tres. Luego del último viajero, sacaron la escalera de descenso. Recuerdo la cara atónita que teníamos y la sorpresa cuando se desplegó una nueva escalerita en la parte trasera del avión. Hecha una reina bajaba la tía en silla de ruedas con un azafato. Allí llegaba, nos buscaba su mirada de ojos oceánicos, sus pelitos blancos se escapaban del pañuelo que llevaba puesto en su cabeza para atajar el eterno viento neuquino. Cuando se levantó de la silla la ví más chiquita que nunca. Nos dio abrazos y la mano para ayudarla a caminar, le toqué su piel de pasa transparente muy suave. Esta suavidad en las manos no tiene comparación ni metáfora posible. Será por tanta lana que pasó por ellas?