Los vecinos nos golpearon las manos, esa era la
señal para que estiráramos el cogote en franca atención y ellos, desde el
paredón, nos pidieran lo que
necesitaran: luz, y nos mostraban de lejos el enchufe; azúcar y nos señalaban
una taza. Los atendíamos porque eran amables, educados y sólo venían los fines
de semana. Se los escuchaba regar, se los olía cortar el césped, se adivinaba
la música de la radio y se los sentía reírse. Los días de semana, cuando no
estaban, espiábamos desde el paredón, escalerita de por medio, o subidos a un
cajoncito pedido al almacenero para hacer el fueguito para el asado. Tenían
armada una carpa en medio de un montón de plantas y árboles. A medida que fue
pasando el tiempo nos contaron que ellos vivían en Neuquén en un departamento y
el terreno era como su casa de fin de semana, nos mostraban con orgullo las
rosas, la glicina, y el aromo que ya daba sombra y de donde pendía una hamaca
paraguaya. Un día se presentaron por la puerta delantera, con todo nuestro
asombro y con todas sus palabras ceremoniosas y nos pidieron que les
compráramos el terreno con todo lo plantado en su suelo. Y así lo hicimos. Lo
que no supimos hasta la primavera siguiente, cuando asomó su copa llena de
flores blancas, es que habíamos heredado este cerezo…
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miércoles, 10 de diciembre de 2014
lunes, 20 de octubre de 2014
Rosas
Primera cosecha de rosas
El cosechero fue el regalo del Día de la Madre
Siempre soñé con esa herramienta, tiene algo de Ingalls, de chacarerita feliz...
Así en el valle, así en primavera
aire de romanticismo en mi jardín
Así en Octubre
Es mi isla
Es mi soledad
Es mi ganas de crecer siempre en el mismo lugar...
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