Javier Villafañe fue ante todo mi amigo. Hoy, 24 de junio cumpliría 100 años. Cada cumpleaños levanto una copa y brindo junto a una marioneta que mi madre me trajo de los pagos de sus padres, Praga. La marioneta de cerámica es el personaje de un viejito al que yo llamé naturalmente Javier.
A Javier lo conocí en los 80’ en un encuentro de narradores y le hice un reportaje para la radio en la que trabajaba, le conté que escribía, que coordinaba un taller literario que se llamaba Carrusel y que era cuentacuentos. En esa oportunidad lo ví vestirse de teatro y montar El Panadero y el Diablo sobre sí mismo. Me maravilló, pensar que estaba rondando los 80 años y provocaba una magia alucinante. Nos volvimos a ver tiempo más tarde cuando yo ya había adquirido todos sus libros a través de su amigo Pablo Medina. Por supuesto que Javier me recordaba como si nos hubiéramos visto el día anterior porque los poetas flotamos en una misma dimensión conocida. Esta vez, Carrusel había editado un libro propio y aprovechamos a dedicárselo, era una Feria del Libro en Buenos Aires. Javier estaba acompañado con su compañera Luz Marina y caminaba y hablaba muy despacio. Ese hombre con ojos de mares profundos, tenía aún espíritu andariego pero esta vez era un andar pausado parecido al de los sabios; con esta imagen me quedé por siempre.
Este poema me marcó personalmente. Tal vez haya otros más fuertes más sabios más irónicos…pero este a mí me ayudó a pensar y a arrancar de nuevo, atando un hilo a lo más importante, por eso es que está aquí.
Pero algo más: fue un pionero en Argentina de este arte milenario que es el títere.
Pero todavía más: fue un creador, un poeta, un escritor (para chicos, para grandes, para todos!).
Pero también: era un amigo de los pájaros, de las palabras, los juegos y la vida. Y por sobre todas las cosas: fue un soñador y un buscador de sueños. Y el que sabe buscar, anda. Y él sabía de andanzas, era un trotamundos que no se cansaba de recoger historias ajenas (que recopilaba, juntaba, apilaba, editaba) y de contar las propias.Tenía una carreta llamada La Andariega y supo andar tantos caminos y cabalgar tantas aventuras que hasta hizo el camino del Quijote de la Mancha!
Decía Javier alguna vez hablando de los títeres de todo titiritero:-Son la continuación de sus manos, su sombra, la piel por la que respira y vive”.
Venezuela ha sido su otra patria. Recuerda un diario de Caracas, su entrada al país:
“Cuando llegó al aeropuerto de Caracas en julio de 1967, el célebre titiritero argentino Javier Villafañe sacó a los aduaneros de sus casillas. Ataviado con su eterno overol gris –el único atuendo que se le conoce- declaró que llevaba en su mano izquierda “un paraguas ambulante para el sol, la lluvia o los rayos XX. En la otra tenía una pequeña valija, y dentro de ella, a Maese Trotamundos, Juancito, los Fantasmas, el Capitán, el Caballero de la Mano de Fuego, Trenzas de Oro, el Policía y el Diablo. Entonces, cuando estuvieron a punto de apresarlo por contrabandista de historias y fantasías, sus personajes (casi asfixiados) salieron de la maleta e hicieron una gran función. Aturdidos, asombrados por el despliegue del artista y sin saber qué hacer ante esa invasión de títeres, los incorruptibles guardias fronterizos hicieron la vista gorda ante ese extraño personaje.”
Extraje esta noticia de la impecable Antología de Javier Villafañe que hiciera su amigo Pablo Medina, ed. Sudamericana 1990.
La tía gorda estaba por llegar en avión a visitarnos. Era muy viejita para entonces. Mi hermano, mi futura cuñada y yo la fuimos a recibir al aeropuerto y allí nos enteramos de que el avión aún no había podido despegar de Bs.As. merced a una tormenta, así que nos fuimos a una confitería del centro a tomar algo para que la espera sea más amena. Yo llevaba el libro de Javier “La Cucaracha” en el auto porque lo había empezado a leer y no lo había podido “soltar”. Como se nos venía una espera larga les propuse seguir leyendo el libro entre los tres, es decir en voz alta mientras tomábamos la leche. No olvidaré más esa tarde, fue larga y placentera. Los cuentos eran apasionantes y hacíamos una charlita entre uno y otro. Terminamos el libro y ya casi de noche volvimos a buscarla. Bajaron todos del avión menos ella. Era la época en que te dejaban esperar o despedir a los pasajeros en la pista de aterrizaje, allí estábamos los tres. Luego del último viajero, sacaron la escalera de descenso. Recuerdo la cara atónita que teníamos y la sorpresa cuando se desplegó una nueva escalerita en la parte trasera del avión. Hecha una reina bajaba la tía en silla de ruedas con un azafato. Allí llegaba, nos buscaba su mirada de ojos oceánicos, sus pelitos blancos se escapaban del pañuelo que llevaba puesto en su cabeza para atajar el eterno viento neuquino. Cuando se levantó de la silla la ví más chiquita que nunca. Nos dio abrazos y la mano para ayudarla a caminar, le toqué su piel de pasa transparente muy suave. Esta suavidad en las manos no tiene comparación ni metáfora posible. Será por tanta lana que pasó por ellas?
Enrique Molina dice acerca de la poesía de Javier: “…hay algo en los textos de este particularísimo poeta que hace pensar en la pintura de Miró. Ambos mundos se corresponden.”
Para demostrar esto, les regalo un juego que armó Javier para todos nosotros. Siempre lo jugábamos en Carrusel.
Van primero las Instrucciones:
-Cortar los versos (por la línea de puntos). Guardarlos en un sobre.
-Cuando se quiera jugar, sacarlos, ponerlos en la palma de la mano, barajarlos o tirarlos sin barajar.
-Como caigan los versos van a tener siempre un poema. El poema se hace y se deshace y se vuelve a hacer y a deshacer, y se lee como cae. A jugar!
Hace mucho tiempo me encontré con esta foto que atesoré hasta hoy. Es una instalación o mejor, un trabajo multimedio (con proyección de video y música, despliegue de libros, crayones, dibujos y pinceles) que hizo Monika Weiss (N.Y) en el Inter-Galerie de Berlín en el marco de una muestra llamada Phlegethon-Milczenie 2005. Phlegethon es "Río de Fuego" es uno de los cinco ríos del reino del Hades y Milczenie es una voz polaca que significa "silencio". Es fuerte y emocionante y hoy se las regalo para este Día del Libro 2009 con la convicción de que "Los libros nos hacen más libres".