Las celebraciones, fue el motivo del brindis del
año pasado. Celebrar la vida, no es poca cosa, es todo. Así que el chocar las
copas y las tazas es un despertar continuo del silencio cotidiano, de la aletargada
existencia. Todo marcha con la insistencia del recorrido, casi obstinada e
impertinentemente. Lo bueno es que después de toda marcha, es muy agradable
mirar el recorrido y ver cuántos días de frío y de calor hicieron falta para
notar los logros.
Rodri y yo estuvimos mano a mano con el estudio, y
celebramos la brillantez del conocimiento.
El cumple del tío Guille fue una celebración a los
recuerdos desde el hippismo cruel de los años 70 hasta nuestros días. Me
encantó desatar las fotos prohibidas del álbum secreto de la familia y dejar a
todos llenitos de emociones.
Pascual presentó un nuevo libro y capaz que haya
sido “la celebración” del año, tierna, melancólica hasta la médula, y la
palabra no es casual. Por momentos pensé que con el libro quería dejar atrás el
recuerdo, cerrar un capítulo; por otros pensé que quería volver a vivirlo y el
libro era una excusa…no importa, estuvimos ahí, no nos perdimos detalle, ni
gesto ni mirada, ni capricho ni lágrima, estuvimos atentos a su tanta felicidad
porque eso ya era la celebración plena.
Raco enviudó, y la celebración se convirtió en
solemnidad y puro apoyo para que resista un amigo. Tratar de recordarlo como lo
conocimos siempre es tan gratificante como peligroso, pero es casi imposible no
imaginarlo así a la distancia.
Mabel recuperó a sus tres hijos, sí, los encontró
gracias al mejor buscador del siglo que es “Facebook” y vaya que celebramos!
lloramos por su felicidad a la vez que nos dimos cuenta que se ampliaba esta
tribu que tenemos por familia, que la mesa del asado era chica y que a Rodri de
golpe se le duplicaba la cantidad de primos.
A 10 años sigo extrañando a Omar. Viene cada tanto
a tener largas charlas conmigo cuando amerita la circunstancia.
Cumplí 50 años sin pompas ni platillos, pero me dí
cuenta por dónde pasaba la felicidad. Disfruto de convertirme progresivamente
en suegra, de comer un durazno, de secar los pétalos de mis rosas, de pintar
las paredes, de escuchar a Aristimuño, de leer novelas, de cocinar pasteles, de cosechar cerezas, de
esquiar con mi hijo, de estudiar mis tesitos, de reírme, de ver a mis padres,
de premiarme con un waffle y una IPA, de viajar en mi auto nuevo y de pararme
en el camino, o de pararme en el recorrido para mirar atrás y adelante. Este es
el brindis de este año, por los recorridos.