Mi hijo de 2 años me mostró un caramelo y me dijo:-Éste, es un caramelo para grandes.
-Por qué?-le pregunté. Y él me respondió, asombrado de que yo no lo supiera-Porque es un caramelo digital.
Ahí me dí cuenta de que comenzaba un tiempo distinto, la era de lo digital avanzaba tanto que cuando mi hijo creciera apenas reconocería el Winco y el teléfono con discador y entonces comencé casi sin darme cuenta a coleccionar alguno de estos objetos, a guardar celosamente las cosas de la abuela, a conseguir otras aún más viejas. Mientras tanto él podía manejar los tres controles remotos sin confundirlos, manejar el celular sin leer el manual, bajar música a su mp3 y entender sin explicaciones que toda la información de la compu podía guardarla y trasladarla en un objeto de sólo
Sí, soy una nostálgica del pasado, una auténtica romántica. Y sí, también amo el bienestar de lo moderno, escribir en esta notebook en el jardín de casa sin cables sin enchufes con flores y con pájaros, con salud y con deseos, con ganas de compartir con otros miles y no saber cuántos, con el proyecto de crear de contar de mostrar de emocionar, me maravilla.
Mi hijo vive naturalmente esta modernidad, yo en cambio, la pienso y la hago conciente, y desde ese lugar me maravillo, soy de la época de los caramelos digitales. Amo su dulzor, el olor a vainilla y menta chocolate, su redondez cristalina de botón que da la hora exacta para no llegar tarde a disfrutarlo. Hago un clic para encender este blog e invitarlos a saborearlo.