Por los homenajes, las ceremonias, los
reencuentros. Por los de ayer y los hoy. Así brindamos el año pasado. Y con este deseo tremendo, no pareciera casual
que estemos preparando en estos días un encuentro más con los chicos de Carrusel,
esta gente querida que da vueltas por varias ciudades, de aquí y de lejos.
Algunos ya avisaron que venían, a mí ya me salta el corazón, se me estrangula
la garganta, pasaron 18 años y algunos tenemos hijos adolescentes.
Otro reencuentro, y sin dudas, el hito más grande
de este año, fue un viaje a esquiar con mis sobrinos y Rodri. Lejos fue el
momento más lindo del año, estábamos a nada más que a cuatro horas de casa y
sin embargo, tan lejos. Fue tan emotivo y tan intenso, tan esperado y tan
deseado por todos nosotros que valió la pena el lagrimón que nos pegamos. Un
viaje que hizo replantearnos quiénes somos. Porque el quienes somos es una
construcción, es lo que hicimos, es nuestra niñez, nuestros amigos. Me
reencontré con lugares perdidos, con amigos perdidos, con sentires olvidados. Y
también con mi familia. Y eso me dio un sacudón.
Otro reencuentro fue con la guitarra
electroacústica, la Antigua Casa
Nuñez de Omar, que decidimos reparar una vez que salió del ropero de la Tía. Resolvimos reparar la
guitarra sin detenernos a pensar en lo que ocurriría: que volvería a escuchar
el mismo sonido de la guitarra, el mismo, y que ese sonido sería tan poderoso como para
despertar otros recuerdos dormidos: las guitarreadas, las juntadas con amigos
para “hacer” música, los recitales de Seru Giran que vimos en Zakoga. Tan
poderoso como para despertar el dolor. Un día, escuché el solo de Escalera al
Cielo. Era Rodri que tomó la posta y será el continuador. Es suya.
Por otro lado, los proyectos grandes (esos que
pocos conocen pero que ya me animaré a contar) se van concretando y a cada
vuelta de mate, a cada taza de té, a cada capuchino o cada cervecita le choco
un brindis para que no se le ocurra a la divina providencia jugarme una mala
pasada. Tengo más canas pero más experiencia, capaz que sea por eso, que siempre
estoy celebrando. Celebro la gloria de estar vivos, de seguir andando, de mirar
hacia delante, de detenernos a mirar para atrás, de saber agradecer, de reír,
de hacer música, de leer un libro, de encontrar en la mirada de mi hijo el
significado de mi existencia. Celebrar
es honrar, honrarnos. Este es el brindis de este año: por las celebraciones.